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El lomo ibérico: un manjar natural

Para que el lomo del cerdo ibérico llegue a nuestra mesa con su inconfundible sabor, debe pasar por un refinado proceso.

En primer lugar, la alimentación y cuidado del cerdo son primordiales para que su carne tenga un resultado sobresaliente. La pieza que se utiliza para elaborar este producto se obtiene de la zona situada bajo las costillas y junto al espinazo, es una carne magra, por lo que apenas tiene grasa, y de muy alta calidad.

Tras seleccionar la pieza, se deja durante un día en un lugar a una temperatura concreta, para posteriormente macerarla en sal dejarla reposar a una temperatura y tiempo determinados según la pieza. Una vez se seca correctamente, se crea la mezcla que potenciará el sabor del lomo y lo hará característico por sus diferentes toques aromáticos. Tras secarlo llega el último paso: embuchar la pieza. Los grandes profesionales se encargarán de protegerla y atarla para su proceso de curación.

Existe un control muy estricto en los tiempos de curación ya que es decisivo para que el resultado sea de gran calidad. Este riguroso proceso, acompañado de la calidad que de por sí ya tiene la carne de cerdo ibérico, hacen que la pieza se caracterice por un sabor intenso y jugoso.

El lomo ibérico es una excelente fuente de proteínas naturales puesto que no se somete a manipulaciones más allá del adobo que realza su sabor, se considera uno de los derivados cárnicos más naturales.

Son varios los motivos por los que esta pieza es tan demandada y no falla en una tabla de embutidos de calidad, pues es un bocado delicioso que no dejará indiferente a los amantes de los ibéricos.



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